El amigo Leonardo igual valía para un roto que para un descosido: lo mismo inventaba los hombres-rana, que los helicópteros, que te pintaba la Gioconda o te organizaba la fiesta más sonada de todo el Renacimiento... Con tanto trajín no es de extrañar que el maestro no se centrara. Afortunadamente le dio tiempo (¡por los pelos!) de dibujar la más fantástica y extraordinaria colección de inventos jamás soñada por el hombre
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